La excelencia no existe

Y no me refiero al tratamiento, que ese no solo sigue existiendo sino que cada vez se amplia más. Dentro de poco habrá que llamar a «Su excelencia el fontanero», con todos mis respetos a esa profesión.

No,  como ya habrán podido adivinar, me refiero a «la otra» excelencia, a la de politicos de toda índole, sexo y condición, a la de jueces, catedráticos, profesores y maestros.

Y por supuesto y no por ser los últimos citados lo son en importancia, los periodistas.

Hoy ya nadie se escandaliza ante la inoperancia, la dejadez impera cuando se trata de dedfender y proteger al ciudadano de la enorme cantidad de basura que le rodea y roe su cerebro, lo importante es crear ciudadanos alienados y sumisos, pero no se dan cuenta de que la sumisión no va precisamente con las generaciones jóvenes.

A finales del pasado siglo y entrado en este, las directrices parecían ser las de alienar a la población joven de manera que cuando llegaran a la edad prevista para pdoer introducir su voto en la urna, estuviesen suficientemente adormecidos, y digo bien, y puestos sus ojos en la zanahoria al final del paro.

Y fue bien, la complacencia, dirigida o no, ante las sustancias de todo tipo que mejoraban las politicas de alienación.

Y lo consiguieron, una juventud amante de excesos de todo tipo, negada a realizar esfuerzos y amante del dolce far niente.

Esa juventud que, al amparo de unas politicas económicas engañosas, al ccrecer se dedicaron a crear familia sin tener la mas mínima preparación sentimental, tan solo amor al dinero.

Asi llegó el abandono de los hijos, que tan solo veían a sus padres antes de irse a dormir, niños que ccrecieron solos viendo, oyendo y sufriendo las discusiones, malos tratos…

Esos hijos, aquellos que hoy estan a un paso de acceder a puestos importantes, tienen menos bagaje aún que sus padres.

La mediocridad sigue creciendo, pero es igual.

Creaban el escenario adecuado para que la información se tornara basura, para que las cadenas de radio y televisión y los periódicos se enfrascaran en una guerra sin cuartel por alcanzar la mayor cuota de «share», daba, y da, igual si la noticia es verdadera, falsa o ni una cosa ni otra, lo importante es que venda.

Nadie puso, ni ha puesto, coto a la enorme cantidad de basura televisiva de todo tipo, nadie se atreve,  ni pooliticos, ni jueces ni mi vecino del quinto, que ya es decir.

Los procesos se eternizan, las causas prescriben, la lista de magistrados en cola para entrar en el cajón de «Jueces estrella» cada dia crece mas, tambien las colas para «salir en los papeles» se incrementan  dia a dia, sea de esos «cerdos de oro» que pululan por los espacios «del colorín» sea de verdaderos papanatas que de todo saben y no tienen reparo alguno en sentarse a opinar, sea en las pequeñas cadenas, sea en las grandes de telebasura.

La mediocridad impera allá donde queramos dirigir la mirada, ya no hay docentes, tan solo asalariados de la educación (?) cuya meta es llegar a fin de mes y recibir el ingreso en el banco, la universidad española va desapareciendo de los rankings serios, no es fiable.

Hoy nadie se sonroja ante debates politicos que nada aportan, nada dicen, de nada convencen y para nada sirven,  debates cuyos protagonistas solo y exclusivamente buscan la «buena nota» que les den los medios.

Eso es mediocridad, falta de excelencia.

Claro que la mediocridad es muy sencilla de adquirir mientras que la excelencia es cara.

Y asi nos va.

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