El cristianismo primitivo

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La corriente filosófica y religiosa del Gnosticismo es un episodio capital en la historia del cristianismo primitivo, sin embargo nunca podrá ser conocido ni estudiado, a pesar de su importancia, a causa de la persecución, destrucción y abolición de que fue objeto tras la implantación del cristianismo y su Iglesia como religión oficial. Se sabe que aunque la Gnosis se hizo cristiana, el cristianismo nunca se hizo gnóstico.

Los restos documentales que quedan del gnosticismo original fueron alterados a partir del s. IV por los cristianos, probablemente a partir del concilio de Nicea (año 325), adaptando los textos a sus conveniencias como forma de erradicar lo que ellos consideraban paganismo. No obstante, a pesar de las persecuciones, se mantuvo en la clandestinidad durante un tiempo impreciso, que se estima en dos siglos, ya que los Papiros de Bruce pertenecen al s. V, aunque algunos especialistas los sitúan en el s. III. Así mismo es indudable su existencia encubierta puesto que reaparece en la Edad Media con los bogomilas, waldenses, cátaros, patarinos, albigenses, etc.

Otros testimonios son los amuletos en metales, piedras o papiros en los que aparecen invocaciones, símbolos, plegarias, oraciones. En los textos aparecen palabras intraducibles, bien porque no pertenecen a ninguna lengua conocida actualmente o porque simplemente se trate de palabras de poder: encantos verbales gnósticos en los que se combinan palabras y sílabas egipcias, griegas, caldeas y hebraicas. Era una creencia que formaba parte de los misterios de los cultos a Isis y Deméter y de los pitagóricos y que a pesar de la persecución de la iglesia de Roma perduran a través de la Kábala, la Magia, la Alquimia y los constructores hasta la Edad Media.

Es indudable que el Gnosticismo se desarrolla en una sociedad que vive inmersa en el mundo mágico, con una absoluta libertad religiosa en la que coexisten los cultos a las deidades egipcias, orientales y grecolatinas

Esos restos documentales de la primera época tienen un valor incalculable, a pesar de sus enigmas, por ser testigos directos que sobrevivieron a la persecución desde Justino a Teodora que combatieron implacablemente al gnosticismo y a los gnósticos.

Pocas fuentes han llegado íntegras, entre las que se encuentran Pistis Sophia y el Libro de Jêu, hasta que en las excavaciones que se efectuaron entre 1.940 y 1.945 en Nag-Hammadi, Coptós, Sais y otros lugares de Egipto, nuevos hallazgos salieron a la luz, algunos de ellos casi en su totalidad, como El Libro del Gran Espíritu Invisible o Libro Sagrado de los Egipcios, textos que se vienen publicando, pero difíciles de adquirir, la mayor parte de la documentación se compone de fragmentos, Sin embargo en su conjunto, más que desvelar enigmas, los aumentan. Los especialistas se esfuerzan por descifrar unos textos que permitan descubrir y comprender esa línea de pensamiento, que deja entrever la visión de un mundo que surge de la profundidad de los siglos.

Los detractores nos dejaron una imagen de los gnósticos semejante a energúmenos delirantes y obscenos, sin embargo, los primeros padres de la iglesia cristiana, Justino, Irineo o Hipólito, no alcanzan la lucidez de Valentín, Basílides o Marción.

Es indudable que el Gnosticismo tuvo en su seno pensadores excepcionales, lamentablemente lo que llega a nuestros días es una amalgama de ideas abstractas y símbolos incomprensibles.

Entre los antiguos padres de la iglesia Clemente de Alejandría merece nuestra atención. En su obra se pueden contar hasta 86 pasajes valentinianos que atribuye a un personaje llamado Theodoto.

Este personaje especula con la teoría valentiniana de los orígenes de Cristo y su identificación con Jesús y su historia terrenal. Su acción redentora no puede limitarse a la salvación de las almas individuales, sino a restablecer el orden en el mundo superior, integrando la Sophía en la Plerôma que, una vez unidas, se extenderán al universo visible por la liberación de las almas sobre las que pesa la fatalidad.

El Salvador devolverá cada alma a la esfera que la convenga, Así la obra redentora abarca tanto al mundo visible como invisible.

Clemente se asombra de que los valentinianos que se agrupaban en torno a Theodoto, doctor y hierofante, formaban una verdadera iglesia que tenía su propia organización, sus ritos y ceremonias.

San Irineo[1], San Ambrosio, obispo de Milán[2] y San Hipólito citan también a este Theodoto, cuyos fragmentos son susceptibles de haber sido manipulados.

La más antigua obra gnóstica íntegra que se conoce es una carta de Tolomeo dirigida a una cristiana llamada Flora y que aparece insertada en la obra de San Epifanio. En ella expone que la ley mosaica se reduce en los textos evangélicos a tres puntos:

  • Moisés
  • Los ancianos de Israel
  • Dios

Pero ¿qué es de Dios?. Hay que distinguir entre los buenos preceptos, los del Decálogo, que son de naturaleza moral y que el Salvador no ha venido a abolir sino a cumplir, y los malvados, como la Ley de Talión o los que no tienen más que un valor figurativo como las leyes ceremoniales.

Esta Ley divina compuesta por buenos y malos preceptos, no puede ser atribuida a un ser infinitamente perfecto, es la obra de un dios menor, intermediario del Creador. En esa carta la cuenta que todo procede de Aquel que es la perfección suprema y que aprenderá con la ayuda de Dios, recibiendo la tradición apostólica, “la misma que nosotros hemos recibido directamente de los que nos precedieron”.

Otras obras gnósticas originales han llegado en versiones coptas, sirias, egipcias o alejandrinas, sin embargo tampoco ayudan a esclarecer el misterio de la Gnosis, aunque todas ellas sugieran un origen sirio.

Ni Basílides, ni Valentín, ni Marción elaboraron o promulgaron un dogma, fueron escuchados, debatidos, o refutados por diferentes medios. Su pensamiento era libre dentro de las diversas escuelas gnósticas, las cuales formaban comunidades diferentes.

Así pues, el gnosticismo que aparece en los documentos coptos, no tiene nada en común con los de Valentino o los de Heraclion.

  • La Pistis Sophía o Evangelio de Valentin, es de origen egipcio, de la segunda mitad del s. III y escrito en lengua copta, perteneciente a secta de los ofitas y al ciclo sethiano y arcóntico, como los Libros de Jêu. Esencialmente consiste en los sacramentos o misterios, la penitencia y el ascetismo. En el se narra una conversación entre Cristo, ya resucitado, y sus discípulos entre los que la Magadalena tiene un lugar preponderante.
  • Papiros de Bruce – Siglo III o V d. J. C. (Universidad de Oxford) pertenece a la secta de los ofitas.

 

  • Libros de Jêu – Entre 170 y 250 d. J.C.

 

Ambas obras, por su contenido, se cree que pertenecen a la misma secta originaria de Tebaida que estaba formada por severianos, arcónticos y sethianos, como alianza hostil contra los cainitas y nocolaitas.

En el Libro de Jêu[3] Jesús habla a sus discípulos del conocimiento del Dios invisible por medio de los misterios implantados en el seno de los elegidos. Les dice que se alejen del mundo, que su alma no debe ser terrenal para mantenerse libre de las tentaciones de los arcontes y les explica como son las emanaciones:

El Padre proyecta de su seno una primera emanación, es el Jêu, el verdadero dios y Jesús invoca al Padre para que Jêu inicie las emanaciones. Primeramente se manifiesta una inspiración o una idea, bajo el aspecto de un poder radiante, Jêu lanza un grito y aparece una primera emanación que ya tiene su gobernante, sus propiedades, sus disposiciones y sus protectores. Así sucesivamente hasta 28

[…]

Jesús les dice:

 

-“Escucha mientras te alabo, Oh primer misterio, tu que has resplandecido en el misterio, Él ha otorgado a Jêu la facultad de instituir el quinto aëon y establecer los arcontes, los decanos y las liturgias. El nombre impenetrable de este aëon es Psamadzadz. Salva a todos mis miembros que han sido dispersados desde la creación del mundo y reúneles en la luz”-

Por trece veces Jesús repite esta fórmula aclamando a cada aëon. Finalmente les da gracias porque Iabraoth y sus arcontes fieles son situados en un lugar del Nombre Eterno.

[…]

Jesús pasa de bien en bien hasta penetrar en la casa del Padre. Los apóstoles se turban avergonzándose de sus pertenencias, solo tienen consigo su sello, su piedrecita[4] y sus palabras de paso, una fórmula única que les permita acceder y Jêu se la da: -“aaa, ooo, xexoraxa, xxxa, ieo, xaxa, eee, iii, Xaieoxoacioe, ooo, uuu, Thoexaxoxaex, éééxxxeee, xaoxaioxaeceude”-.

Jesús invita a los discípulos a responder a las preguntas del Padre. La oración que pronuncia y los discípulos repiten en sus respuestas, dando las gracias al Padre. A cada respuesta enumera una de sus gracias, que consisten en las manifestaciones de su ser, desde la idea resplandeciente hasta la última emanación. Los discípulos responden a coro por tres veces: -“Oh Dios inaccesible, Amén”-

El segundo Libro de Jêu relata que doce años después de la resurrección, Jesús anuncia a los discípulos la revelación de los grandes misterios que, después de su muerte, pasaron a la luz a pesar de la oposición de los aëones y los arcontes. Esos misterios, por su sacralidad, deben de permanecer en secreto, sin embargo para acceder a ellos es imprescindible renunciar al mundo, recibir los tres bautismos, el del agua, el fuego y el espíritu y recibir la unción espiritual.

Jesús oficia los tres bautismos y el misterio haciendo a los discípulos inmortales. Los hará morir de muerte natural y recibir el perdón de los pecados para que puedan acceder al mundo suprasensible.

Los Papiros de Brûce forman parte de una obra diferente. Aunque muy deteriorados, sus escritos se dividen en un Evangelio que contiene algunos pasajes que se encuentran en la obra de San Irineo[5] ; las revelaciones de Sophia, Cristo y un milagro a la hija de Pedro.

Principalmente trata de recetas mágicas y palabras de paso que deben decir los pecadores después de su muerte para atravesar las regiones donde habitan los aëones en el mundo trascendente. Jesús el Viviente les revela los misterios de una forma tan críptica que sus discípulos no son capaces de comprender.

El texto comienza con la descripción del principio supremo y los abismos de su esencia, los aëones y sus emanaciones. A continuación el dios, que es el artífice del universo invisible, y se llama Seth.

En este mundo trascendente desfilan los aëones: el Padre, Seth, Autogenes o Monogenes y la Madre. El protogenetor, hijo de la Madre, divide la materia y de ella surgen las especies, a las que da la Ley.

En todos estos textos, los autores exponen interminables series de entidades suprasensibles.

Bibliografía:

Biblioteca Nacional – Madrid

Diccionaire d’ Archeologíe Chrètienne et de la Liturgie, T. VI, París, 1924, INV 03:902: CAB

Eugenne de Faye, Gnostiques et Gnosticisme, París, 1917, 1/89926

Cristología Gnóstica, T. I y II, Biblioteca Autores Cristianos

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Notas:

[1] Contra Herejes. Lib. IV, cap. VI

[2] Catequizó a Agustín de Hipona con quien tomó contacto durante un viaje que hizo éste a Como

[3] Contiene frases ilegibles por estar deteriorado.

[4] Es de suponer que se trate de una especie de talismán, o sello identificativo

[5] Contra Herejes